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martes, 28 de marzo de 2017

El tinajón se desborda de tradiciones y arte



Por José Gilberto Valdés



Las voluminosas y hermosas vasijas de barro, sello emblemático para los pobladores de la quingentésima ciudad de Camagüey, vuelven a ser pretexto para reunir y disfrutar de las mejores muestras culturales de la localidad, del 22  al 26 de  marzo.



Había una vez, los colonos que establecieron la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe el 2 de febrero de 1514, en la Bahía de Nuevitas, encaminaron sus pasos un par de años después hasta al cacicazgo de Caonao, en el interior del territorio, en busca de fuentes de agua y, sobre todo, oro.



Poco tiempo estuvieron en el lugar pues la sublevación de los indígenas provocó el asalto y la quema del asentamiento. Tras la marcha forzosa hacia el este fueron bien recibidos por el cacique Camagüebax,  en una zona  situada entre los ríos Tínima y Hatibonico. Definitivamente, se quedaron en este paraje  distante del mar, favorable para la explotación minera, el desarrollo de la agricultura y sobre todo la ganadería




Sin embargo, durante la temporada de sequía mermaban, igualmente, las reservas de agua en el nuevo asentamiento. Alrededor del año 1600, fecha sin precisar, un grupo de colonos alfareros inician la fabricación de vasijas del  barro rojo, de buena calidad procedente de la Sierra de Cubitas y los alrededores de la comarca. Tiene antecedentes de semejanzas a las clásicas andaluzas o aljibes (palabra heredada del paso de los moros por España) empleadas para guardar vinos, aceites y granos, pero aumentaron el tamaño de su “panza” para preservar grandes volúmenes de agua de lluvia en los patios de las viviendas.



Aunque la más antigua inscripción grabada en estas enormes vasijas data del 1760. El investigador Jorge Juárez Cano, en el tomo I de Apuntes de Camagüey, aseguró que “en 1751 en la urbe existía un apogeo en la fabricación de grandes tinajones, y el tejar de Cascorro los producía en grandes cantidades”.




El habanero Antonio Bachiller y Morales, quien visitó la Villa Principeña en 1830, se refirió a los típicos tinajones camagüeyanos “…el agua se recoge en hermosas tinajas [...], colocadas en los patios, por su gran cantidad contendrán 4 ó 6 de ellas la cantidad de agua de un aljibe”.



Con sus altas y bajas etapas, sobre todo durante las guerras independentistas, se mantuvo la producción hasta que un conteo en 1900 reflejó la existencia de 16 mil tinajones en Camagüey que poseía una población de tan solo 30 000 habitantes. En la actualidad no ha perdido su esencia, se inició un plan de rescate en 1976 pero son mayores las intenciones de un elemento decorativo, de atracción turística, que la de provecho para almacer agua en las viviendas..



Hay datos curiosos: Tinajones lugareños han llegado a sitios insospechados de la geografía cubana. Las marcas agramontinas de Pedro Areus, Carrasco, Vicente Morel, Tejar la Caridad JMM y José Tomás Rodríguez aparecen entre algunas de las piezas encontradas en el reparto Miramar, en La Habana, y hasta a Guane, Pinar del Río.



Hay un modelo clásico que llegó hasta la actualidad. Posee una voluminosa panza, líneas geométricas delimitadas y un reborde destacado, o amigdaloide.



El autor de estas líneas, camagüeyano de pura cepa, afirma la frescura del agua contenida en estos “panzudos” y añora los tiempos de niño cuando se metía dentro de la vasija con un cepillo a limpiarlo antes que llegará la temporada de las lluvias cuya agua era recogida por un sistema de canales de hojalata, que construía mi padre. ¡Cómo lamento no haber traído el tinajón fechado en 1868 hacia el actual lugar de residencia!



Durante casi cinco siglos, los habitantes de la Villa Principeña han apreciado la existencia de los tinajones, los cuales ha tejido sus propias leyendas desde testigo de amores prohibidos, o como escondite, según  la  anécdota de la guerra en 1875, sobre un soldado del Ejército Libertador que dentro de uno de ellos burló la persecución de los españoles..



Singular es la frase amistosa “Quien tome de mi agua, se queda en Camagüey.”



El tinajón bien vale tributo y jolgorio. En la también llamada “Ciudad de los Tinajones”, ha cobrado fuerza en este siglo la idea  original del hijo ilustre Adalberto Álvarez, “El Caballero del Son”, de una festividad para promocionar los valores culturales, históricos y las tradiciones preservados por el movimiento de aficionados y artistas del catálogo  profesional de la provincia.



La “Fiesta del Tinajón”  es uno  de los tres festejos anuales que rompe las rutinas hogareñas con una amplia participación popular, la cual se ha hecho distintiva en la vida de los lugareños y apreciada por los visitantes en esta ciudad mediterránea. Las otras dos son la Semana de la Cultura Camagüeyana, a inicios de febrero, (Fundación de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, en 1514) y a mediados del año, del 24 al 29 junio, el San Juan Camagüeyano (Carnaval cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII)


Por estos días, lugareños y visitantes de todas las edades colman la Avenida de la Libertad (Desde la Carretera Central hasta la plaza de La Caridad), una de las calles más rectas y anchas, diferenciada del complejo trazado vial semejante a un plato roto  que caracteriza al centro histórico de la ciudad, declarado Monumento Nacional en 1980 y Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el 2008.



La sexta convocatoria al encuentro de los camagüeyanos con su cultura y tradición, se dedica en esta oportunidad al destacado hijo de la comarca de pastores y sombreros conocido músico “Nené” Álvarez, quien falleció el pasado mes de febrero a los 90 años de edad,  y a los 80 años de la agrupación musical “Soneros de Camacho”.



En conversación con periodistas, propagandistas y especialistas de cultura en la provincia, el presidente del Comité Organizador de la “La Fiesta del Tinajón” explicó que a partir de ahora los festejos serán en el mes de marzo.



Más de doscientas cincuenta presentaciones de teatro, danza, plástica y literatura se llevaran a cabo en estos cinco días y funcionarán los tradicionales Rincón Campesino y otros escenarios para el movimiento de artistas aficionados.



El tinajón bien vale tributo y jolgorio, y los camagüeyanos están dispuestos  para preservar esa fiesta de la identidad cultural en el territorio.

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